Lo primero que muchos hacemos al llegar a una ciudad es visitar su iglesia. No siempre nos mueve una profunda fe católica, es que en ellas se pueden reconocer no solo los rasgos arquitectónicos e históricos sino el ADN de cada pueblo. Hay que decir que la “diversidad” de estilos de nuestro templo, ha desorientado a más de uno.

Punto de referencia de la localidad cabecera del Partido, la Iglesia Nuestra Señora del Pilar tiene una historia de dos siglos, desde el inicio de su construcción en 1821.

Levantarla demoró nada menos que cien años, siendo concluida tal como hoy la vemos, en 1921 con la finalización de su torre derecha. Como se ve, los pilarenses siempre fuimos gente de tomarnos nuestros tiempos.

El 21 de agosto de 1821, el arquitecto José Villa dirigió los inicios de la obra. El cura párroco era en ese entonces José Vicente Arraga.

El origen

El 23 de octubre de 1730, en la zona conocida como Pago de Luján, se crea un distrito de administración religiosa denominado Curato de Luján. Como la extensión territorial era muy grande y los medios de transporte deficientes y escasos, se crean los vicecuratos, uno de los cuales recayó en Pilar.

Cerca del Río Luján, sobre su margen derecha, se levantó una capilla construida por un particular en lo que hoy conocemos como “Pilar Viejo”, entonces llamado “Luján Abajo”.

El 8 de octubre de 1797, una comisión de vecinos se reúne para tratar el traslado de la parroquia a una zona más elevada ya que en la que se encuentra el poblado es un bajío pantanoso.

Después de varios trámites, el 11 de junio de 1803, el virrey Domingo de Basabilbaso aprobó la construcción de la nueva iglesia, de acuerdo con el dictamen de la Junta de Hacienda, y pasa la correspondiente ordenanza al alcalde, para que se demarque el lugar en el que se habrán de instalar el templo, la sacristía, el cementerio (donde hoy está el Banco Provincia), la casa parroquial, la plaza y el resto de los edificios del pueblo.

Pasó mucha agua bajo el puente (no solo por las inundaciones que sufrían los pobladores del Pilar Viejo) hasta que comenzó el traslado del pueblo y la construcción de la Parroquia Nuestra Señora de Pilar.

La propietaria de los terrenos era la vecina Josefa Pérez de la Rosa, bisnieta de Marías Cabezas, quien había donado las tierras para aquella primera capilla junto al Río Luján, y quien dio poder a su hijo Mariano López para formalizar las ventas y donar una cuadra de tierra.

Acá aparece Lorenzo López (sí, el que fue alcalde y héroe de la Batalla de Pedriel y al cual también nos referimos en este libro), para aportar 1.000 pesos de su propio peculio, más allá de los 10 mil pesos fuertes que se pidieron al Estado nacional.

Donó además los terrenos circundantes a la actual iglesia Nuestra Señora del Pilar, parcela que constaba de 6 manzanas de frente por 9 de fondo. Asimismo, donó todas las herramientas y materiales adquiridos para la construcción del edificio.

El bueno de Lorenzo murió el 23 de julio de 1836 a los 60 años, en la Ciudad de Buenos Aires, y sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta. En su testamento dejó bien en claro que “los tirantes, alfajías y demás maderas que se hallan en mi casa cochera, como todos los útiles de albañilería con que se trabajó la iglesia nueva del Pilar y que están en la casa de dicho pueblo, comprada también para la iglesia, son pertenecientes a la fábrica de ésta, porqué he comprado todo con este fin como fundador de dicho templo”.

En un mármol a la entrada de la iglesia puede leerse: “En 1821 se dio principio a este templo de Nuestra Señora del Pilar por don Lorenzo López. Estuvo interrumpida la obra hasta el año 1854, cuando continúa hasta la conclusión, promovida nuevamente por don Mateo José Piñeiro, actual juez de paz de este Partido, y fue bendecido el 24 de diciembre de 1856 por el ilustrísimo señor obispo diocesano doctor don Mariano José de Escalada J.B.”. En la entrada al templo, otras cinco placas recuerdan a Lorenzo López.

El 21 de agosto de 1821, el arquitecto José Villa dirigió los inicios de la obra. El cura párroco era en ese entonces José Vicente Arraga.

A partir de 1830 los trabajos comenzaron a discontinuarse por falta de presupuesto. Con varias interrupciones, entre ese año y 1855 se ejecutaron la nave principal y los pisos superiores. Hasta entonces contaba con una sola torre.

Una inspección detectó la existencia de varias rajaduras, algunas partes asentadas en barro, otras con cal, e irregularidades en cimientos y bóvedas.

Finalmente, en 1855 bajo la dirección del arquitecto Roque Petrochi, se retomó la obra, para ser bendecida e inaugurada el 12 de octubre del año siguiente.

La misa de apertura en la que se entregaron las estampitas recordatorias, recién se realizó el 24 de diciembre de ese año, por nuevos atrasos en la obras.

En 1921, al cumplirse el centenario de su comienzo, se construyó una nueva torre (la de la derecha, mirando desde el interior hacia afuera), dándole ese nuevo toque de barroco italiano, obra del presbítero salesiano y arquitecto Ernesto Vespigniani. La construcción fue presidida por Ángel Alonso Reyes.

La imagen más significativa de la parroquia es la de la Virgen Nuestra Señora del Pilar, ubicada en el centro del altar mayor.

Cuestión de imágenes

Además de sus ricos aspectos arquitectónicos, el templo alberga entre sus paredes una gran cantidad de tesoros artísticos y litúrgicos.

La imagen más significativa de la parroquia es la de la Virgen Nuestra Señora del Pilar, ubicada en el centro del altar mayor. Es además la más antigua del templo: si bien no existen precisiones sobre la fecha en la que fue entronizada, hay quienes aseguran que se trata incluso de la misma imagen que adoraron los gobernadores firmantes del Tratado del Pilar en febrero de 1820.

Eso sí: la que pueden venerar actualmente los fieles no tiene exactamente la fisonomía original. Durante los años en que el templo estuvo a cargo del presbítero Silvio Braschi (entre 1920 y 1953), la imagen de Nuestra Señora del Pilar fue restaurada, momento en que tanto el manto de tela como el cabello fueron reconstruidos en yeso.

El Vía Crucis distribuido a lo largo de la nave central es otro de los tesoros que guarda la Iglesia. Si bien durante muchos años se creyó que databa del siglo XVI, averiguaciones históricas constataron que en realidad pertenece a mediados del siglo XIX. Años atrás, el antropólogo Alberto Susco lo describió como “láminas francesas, de las primeras litografías coloreadas a mano”. Las mismas fueron editadas por la casa Turgis de París y aún cuentan con el marco original. El Vía Crucis contiene textos en francés y en castellano. Sólo se conserva uno similar en la Iglesia San Damián, Provincia de Forli, Italia (casualmente o no, lugar de nacimiento del mencionado Braschi).

El Cristo que está ubicado en el altar del crucero izquierdo es uno de los pocos que existen en el país cuyos brazos -hechos a base de una especie de cuero- pueden plegarse, por lo permite colocarlo en un cajón para la procesión del Cristo Yacente, que se realiza cada Viernes Santo.

En cuanto a los altares, se estima que el más antiguo es el que contiene a San José, sobre el crucero derecho, construido de madera y completamente tallado a mano.

El altar mayor está laminado en oro, con el Jesús ya mencionado ubicado en el centro. Se trata de una imagen de pequeñas dimensiones pero gran expresión, en la que el cuerpo se encuentra inclinado levemente hacia su izquierda. Se dice que, cuando desde el área de Monumentos Históricos se acercó a la parroquia (el templo fue declarado Monumento Histórico Nacional el 7 de diciembre de 1994), intentaron llevárselo, encontrando la firme oposición del por entonces párroco José Ramón De la Villa, quien estuvo al mando del templo entre 1979 y 2010 (falleció en 2012).

Una de las piezas más preciadas y enigmáticas es el órgano, ubicado en el piso superior. El instrumento, de doble teclado, fue traído de Alemania (marca Stuttgart) y su valor actual es incalculable. Se cree que en todo el país no hay más de cinco de su tipo, y en su momento –hace unos 15 años - su restauración costó 8 mil dólares.

Por su parte, el campanario de la Iglesia –ubicado en la torre del ala izquierda- cuenta con cuatro campanas, dos de ellas de origen genovés.

De acuerdo a un trabajo del historiador Aldo Beliera, dos campanas fueron construidas por los herederos de Giovanni Sozzoli y la restante por los hermanos Boero.

Las campanas están ornamentadas con dibujos religiosos en relieve y tienen inscripciones en latín. En una de ellas se da a entender que fue el pilarense Vicente Piñero de Melo quien la adquirió. Otra data de 1845, en tanto que las restantes son de 1851 y 1860. En la actualidad no funcionan y una de ellas tiene una rajadura. Lo que escuchamos los pilarenses puntualmente cada mediodía es una grabación.

A cada santo…

Son varios los santos entronizados en la parroquia, así como las advocaciones de la Virgen. Considerando que el primer libro de cuentas que reunió la información de la parroquia (desde 1784 a 1856) se extravió (hay quienes sospechan que fue sustraído), se tienen pocas precisiones sobre fechas. Sí se sabe que el púlpito desde donde se dio misa hasta la reforma de mediados del siglo XX desapareció sin dejar rastros, al igual que una imagen tallada de Santiago Apóstol que databa de la apertura del templo. La desaparición de documentos y elementos de valor histórico, lamentablemente, es otro rasgo de nuestra historia.

No obstante, Santiago Apóstol tiene protagonismo en el altar mayor (al igual que San Jorge) y en el ala derecha, con un mural que celebra la victoria del franquismo sobre los republicanos en la Guerra Civil Española con el siguiente texto: “Cruzados gallegos de Santiago en homenaje a la victoria patria, marzo de 1939”.

San José y la Inmaculada Concepción también tienen su espacio, al igual que Nuestra Señora de Fátima. Una de las más recientes es la de la Beata María Ana Mogas (incorporada en 2003), fundadora de la congregación que creó el Instituto Madre del Divino Pastor.

Secretos arquitectónicos

En la actualidad se ha logrado echar luz sobre los secretos de la construcción del templo. El trabajo se enmarca en una investigación realizada por el Colegio de Arquitectos de Buenos Aires (Distrito 5), que dio como resultado el libro “Arte, patrimonio y arquitectura – Compendio gráfico e histórico de las Iglesias y Catedrales del Distrito 5”.

El volumen, editado por el Espacio de Patrimonio CAPBA Distrito 5, incluye fotografías del arquitecto Pablo Langellotti que permiten aún más valorar la belleza del edificio.
Los arquitectos a cargo de la investigación relatan una curiosidad: “Nunca pudimos acceder a un plano”, afirman, por lo que la documentación “se hizo en base a fotos y croquis de relevamiento. Por eso los denominamos ‘croquis planimétricos’, y no planta o fachada”.

En el Colegio de Arquitectos Distrito 5 indican que en aquellos tiempos se utilizó barro como único material. Para la segunda etapa, a partir de 1840, “se decide la utilización de cal. Este será el sistema constructivo tanto de la nave principal, como de los pisos superiores”.

En cuanto al templo, se describe: “Se resuelve en una planta en cruz latina, inscripta en un volumen rectangular. Cuenta con dos capillas laterales a modo de transepto. El eje longitudinal remata en un ábside curvo. Se destacan en su nave, amplia y espaciosa, los arcos fajones y las lunetas de iluminación. Un doble entablamento recorre su interior, el cual descansa sobre pilastras apareadas”.

En relación al estilo de la fachada, “la misma se resuelve en un principio, en un estilo colonial americano. Poseía en su diseño original un volumen principal y una sola torre lateral del lado derecho, el cual fue modificado al realizarse la segunda torre, dándole así su conformación simétrica actual”.

Sin embargo, “es en 1921 cuando la misma comunidad decide cambiar su lenguaje. De este modo, se transforma en una edificación de estilo barroco italiano. De todos modos –opinan- resulta interesante ver cómo su estilo original no fue del todo reemplazado”, logrando así una llamativa mezcla.

Volviendo a las torres, los campanarios “rematan en cruces de hierro. La torre contaba en sus inicios con una cúpula, según ilustraciones de la época”.

Sobre el altar mayor, señalan que “el retablo cuenta con un interesante trabajo de dorado a la hoja”. Y, sobre el acceso principal en la planta del basamento, expresan que “se encuentra demarcado por un pórtico de tres vanos en forma de arcos de medio punto. Un segundo nivel con una hornacina central flanqueada por dos ventanas, remata con un frontis mistilíneo”.

Nuestra parroquia fue declarada “Monumento Histórico Nacional” gracias a la ley Nº24.412 (Decreto 2337/94) sancionada el 7 de diciembre de 1994 y promulgada el 28 de ese mes por el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación Argentina. El proyecto fue presentado por el ex intendente y en ese entonces diputado nacional, Jorge Telmo Pérez.

Uno de los principales argumentos del proyecto sostenía que “luego de transcurridos casi ciento cincuenta años es evidente, dado el estado actual de la iglesia, que se hace necesario la urgente restauración porque el paso del tiempo ha provocado innumerables averías en la edificación, según consta en los informes de los peritos”.

Al pasar por el frente de la parroquia muchos es fácil pensar lo bien que le vendría una mano de pintura. En realidad lo que la fachada del templo necesita es una restauración que respete su aspecto original, un proceso más técnico y costoso que ya está dando sus primeros pasos.

Conocénos

No son leyendas, ni se aplica el rigor del historiador: está compuesto por relatos sobre vecinos, personajes y sucesos que marcaron al distrito a lo largo del tiempo, especialmente en el sigo XX.

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