El 4 de septiembre de 1960, Alberto Logulo murió a bordo de su Ford a la altura de Empalme (hoy Fátima), trágico accidente que enlutó al Turismo Carretera.
Era la madrugada del domingo 4 de septiembre de 1960 y en Buenos Aires se disputaban las Mil Millas, una legendaria prueba del Turismo Carretera. La carrera había largado en Avellaneda, más precisamente desde la filial del ACA. Aún era de noche cuando los autos pasaron por territorio pilarense, circulando por la ruta 8. Entre los punteros estaba Alberto Logulo, quien el año anterior había ganado las carreras de Mar y Sierras y San Nicolás.
Lejos de ser un piloto “del montón”, se trataba de uno de los animadores habituales en las rutas del país. Sin embargo, un rato más tarde ocurrió la tragedia: a la altura de Empalme (actual localidad de Fátima), un accidente provocó la muerte de Alberto Carlos Logulo, en ese momento uno de los pilotos más queridos y respetados del automovilismo nacional.
Ídolo
Nacido en La Plata en 1920 pero marplatense por adopción desde comienzos de la década del ‘30, Alberto Logulo era distinguido por no escatimar a la hora de pisar el acelerador. Un arriesgado, un temerario al que la velocidad no lo acobardaba en lo más mínimo.
Hasta aquella madrugada fatídica, su trayectoria contabilizaba ocho carreras ganadas y dos etapas de Gran Premio, todas con Ford.
Su auto era preparado en rectificadora “El Inca”, de Mar del Plata. Había ganado su primera carrera en la Vuelta del Chaco de 1952, con un recorrido de 865 kilómetros a 109,176 kilómetros por hora de promedio.
En 1953 Y 1954 se había ubicado 3° en el campeonato por detrás de los hermanos Gálvez, quienes por aquellos años eran imbatibles. A principios de ese fatal 1960, su cara había llegado hasta la portada de la revista El Gráfico, algo que en aquellos años significada un certificado de consagración y popularidad.
Fatalidad
Mucho se dijo y se teorizó sobre los motivos de la tragedia que provocó la muerte de Logulo. Una de las versiones más firmes habla de una confusión de los competidores que punteaban la carrera, quienes al llegar a Empalme habrían tomado en forma equivocada el camino de tierra que lleva a Torres (localidad de Luján).
Al retomar la ruta 8, la noche aún cerrada más la tierra suspendida le imposibilitaron a Logulo divisar correctamente la traza de la competencia.
Es así como, en la curva del boliche de Lavallén y la carnicería de Dentoni, chocó contra una empalizada construida con durmientes de quebracho que era utilizada por los tamberos para cargar por la culata de los camiones los tarros repletos de leche.
Producto del fuerte impacto, Alberto Logulo murió en el acto, mientras que su acompañante –el Negro Linares- sufrió una larga convalecencia, aunque logró salvar su vida y luego fue copiloto de Carlos Menditeguy.
Apenas como un dato anecdótico, las Mil Millas de 1960 fueron ganadas por el mítico Juan Gálvez, quien también tendría su abrupto y trágico final tres años más tarde.
Homenaje
En honor al piloto fallecido, en Fátima poco tiempo después se erigió un monolito, idea del dueño de una estación de servicio en Solís y el recordado programa radial “Coche a la Vista” creado por Luis Elías Sojit. El monumento incluía además el volante que había empuñado Logulo por última vez.
Años atrás, el recordado Néstor Carey, fanático de los autos y parte del público esa madrugada (aunque estuvo apostado a la altura de Pilar), expresaba en El Diario Regional de Pilar: “Parafraseando al gran poeta argentino José Pedroni, diremos que Alberto Logulo eligió a mi pueblo para venir a morir, campaneando ahora desde las estrellas el récord de vuelta de cada serie del TC, porque él era un velocista nato y eso de la velocidad le atañe y mucho”.