A falta de telecomunicaciones en la localidad, la farmacia Gutkind utiilizaba este "servicio" con una precisión envidiable. Las aves ya eran casi miembros de la familia.
La suya es una historia de vida que tiene relación directa con el devenir de la ciudad que eligió para vivir: en su largo andar en Del Viso, Juana Birencvaig fue testigo y partícipe de los grandes cambios que la localidad experimentó desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, detrás del mostrador de la farmacia Gutkind, uno de los comercios emblemáticos de la llamada Ciudad de los Pájaros.
Juana llegó a Del Viso en febrero de 1958, luego de su casamiento con Isaac Gutkind. Por ese entonces, en el pueblo había tan sólo un teléfono, que funcionaba a manivela y tardaba entre tres y cuatro horas en establecer una comunicación. Estaba en el bar de Suárez, que era el lugar de reunión por excelencia.
La pareja llegó a Del Viso desde Capital, cuando Isaac compró la Farmacia Del Pueblo, ubicada donde luego funcionó el correo (que era una estafeta, sobre lo que hoy es la Ruta 26). La localidad era una zona tambera, donde uno de los puntos de referencia era la parada “la botella”, por una publicidad de ginebra Bols ubicada en Ruta 8 y Juan Ramón Jiménez.
“Las calles eran todas de barro. Para cruzar a la verdulería, el almacenero de enfrente tuvo que ayudarme muchas veces a salir del barrio. A veces me iba él a comprar la verdura”, recordaba Juana en 2009, año del centenario de Del Viso.
No obstante, uno de los aspectos más característicos de la historia de su local es el de la utilización de un medio de comunicación muy particular: por una cuestión de reposición diaria para la farmacia, si se presentaba una urgencia no había manera de pedir insumos al corto plazo. Por lo tanto, una droguería de Ramos Mejía comenzó a implementar un sistema de comunicación a través de palomas mensajeras, algo que la farmacia Gutkind adoptó de inmediato.
La mujer afirmaba que “una sola vez falló una paloma, que se perdió por un temporal, pero a los dos o tres días apareció con el pedido. Todos los días nos traían el pedido con una paloma, a la noche la soltábamos con el pedido nuevo y a la mañana llegaba otra. Iban rotando y eran como de la familia. Lógicamente no era lo ideal, pero nos sirvió…”.
Luego de un paso por la telefonía de circuito cerrado, que provocó que Isaac Gutkind se volviera radioaficionado, a principios de la década de 1970 llegó el tan ansiado teléfono. Junto a un grupo de vecinos, el matrimonio formó el Club de Leones, institución decisiva para el crecimiento de Del Viso.
La llegada del teléfono, por ejemplo, fue toda una odisea: costaba hacerle creer a la gente que debía aportar dinero confiando en alguna compañía telefónica (finalmente, la Cooperativa de Tortuguitas), previo a la creación de la Cooperativa Telefónica Telviso.
Testigo directo del acelerado progreso de las comunicaciones, Juana Birencvaig afirmaba que “el día que instalaron el módem y pasamos el pedido por computadora lloré, porque superaba totalmente lo que habíamos conocido. Me había tocado vivir un cambio tan grande de épocas, que me impactó”.