El 14 de enero de 1928 se produjo un fenómeno que quedó en los libros de historia: un ciclón azotó a Pilar y varios pueblos aledaños (como General Rodríguez), provocando un muerto y daños de consideración en todo el distrito.
Las crónicas de la época marcan que el fenómeno comenzó a las 17.20 de esa tarde de verano, con una duración de entre 15 y 20 minutos, suficientes para destruir alrededor de cien casas, vidrieras y letreros. Además, una gran cantidad de árboles fueron arrancados; y en la estación de trenes los postes que sostenían el hilo del telégrafo terminaron doblados en un ángulo de casi 90 grados.
La ciudad quedó aislada, ya que se interrumpieron las comunicaciones telefónicas y telegráficas, y la mayoría de los heridos sufrió cortes en el cuero cabelludo y contusiones de todo tipo, a causa de los golpes recibidos por alguna chapa o trozo de mampostería que se desprendía de las viviendas.
Fueron veinte minutos de terror que incluso dejaron un fallecido, el derquino Natalio Marani, conductor de un camión con verduras. Los heridos más leves fueron atendidos en la antigua sala de primeros auxilios (junto a la Municipalidad, donde también se ubicada la comisaría), mientras que un herido grave fue llevado a la Capital en tren. Centenares de árboles terminaron arrancados, y una alfombra de pájaros muertos se extendió en la plaza y alrededores.
Las zonas de Presidente Derqui y Villa Toro también sufrieron sus consecuencias, lamentándose la muerte del mencionado Marani. Casi todas las quintas fueron seriamente perjudicadas al destrozarse toda su producción. Allí también los relatos de los pobladores describieron la situación de desastre vivida, y algunos conjeturaron que podía haber sido peor si el fenómeno ocurría de noche, cuando todos estaban en sus domicilios.
Luego del paso del ciclón por Pilar, la asistencia corrió por cuenta de los pobladores, la policía y los empleados municipales. Antonio Trigueros, un vecino, relató al diario La Nación al día siguiente: “Las dos únicas farmacias se llenaron de clientes. Las ambulancias cruzaban las calles, cubiertas por restos de cornisas, mampostería y madera”.
Otra publicación de la época que también se hizo eco del fenómeno fue la mítica revista Caras y Caretas, que incluso realizó una amplia producción fotográfica. Las imágenes son estremecedoras y muestran vecinos abatidos, postes de luz doblados como si fueran de goma y viviendas reducidas a pilas de escombros.
Los techos desprendidos fueron apilados en un baldío cercano a la plaza, donde hoy se ubica el complejo Bianea. Hasta allí se dirigían los vecinos, en busca lo que había sido el techo de su casa... En medio del caos, los pájaros del pueblo se desbandaban, mientras los nubarrones aparecían cubriendo el cielo por el sudeste.
Como una forma de tender una mano a los pueblos afectados por el siniestro, en los meses siguientes se realizaron diversos eventos benéficos, como el celebrado en Morón en febrero de 1928, donde damas de la sociedad organizaron un baile en la quinta Durán de esa ciudad, con el objetivo de recaudar fondos.
La zona tardó varios meses en ser reconstruida, pero más allá de ese renacer, el ciclón jamás se fue de la memoria de quienes estuvieron presentes en aquella tarde de verano.
La pesadilla se repitió en 1941, aunque con menor poder destructivo. El fenómeno natural se produjo el sábado 15 de noviembre de ese año, y las localidades más afectadas fueron Presidente Derqui, Pilar y Empalme (actual Fátima).
En esa oportunidad, las calles quedaron cubiertas por los árboles volteados y las chapas de zinc voladas de los techos. Según las crónicas de la época, entre los vecinos más perjudicados estuvieron Miguel Fortez, Isidro Laroza, Apolinario Herrera, Pastor Montenegro, Agustín Morelli y Pando Carabassa, entre muchos otros. Una nueva jornada de terror para un pueblo que volvió a abandonar su tranquilidad.