Francisco de Paula Castañeda es el padre del periodismo satírico en nuestro país. A principios de siglo XIX fue clave para que el pueblo pudiera mudarse a su actual ubicación.
A principios del siglo XIX, los vecinos que conformaban el caserío de Pilar buscaban una solución a su principal problema: las inundaciones constantes provocadas por la cercanía con el río Luján, en un terreno por demás pantanoso.
Por aquel entonces, el pueblo –ubicado en la zona hoy conocida como Pilar Viejo- estaba conformado por unas treinta casas, con una superficie poblada que no llegaba ni a las 10 hectáreas. La capilla construida en el terreno donado por María Cabezas (cuyos restos descansaban allí desde 1737) se ubicaba a menos 200 metros del río.
En este contexto, la idea que se impuso fue la de eliminar el problema de raíz, directamente mudando el casco céntrico.
Ante este panorama, los habitantes del pueblo recurrieron a una personalidad influyente para la época, Fray Francisco de Paula Castañeda, sacerdote y periodista de lengua filosa y frondosa actividad social. Él fue el gran artífice de la mudanza de Pilar, e incluso quiso dar un paso más: cambiar el nombre de Pilar por el de Nueva Buenos Aires.
Estos detalles fueron develados en diversos trabajos presentados en las últimas décadas, desde instituciones como la Junta de Estudios Históricos del Partido de Pilar o Miguel Ángel De Marco, prestigioso historiador y expresidente de la Academia Nacional de Historia.
Mudanza
Francisco de Paula Castañeda fue el primer periodista satírico de nuestra historia. A través de sus publicaciones, el sacerdote franciscano se enfrentó con Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia, entre muchos otros, siendo por esto desterrado en más de una oportunidad.
Entre 1815 y 1822 fundó y cerró gran cantidad de periódicos, como Doña María Retazos, El despertador teofilantrópico místicopolítico, Eu nao me meto con ninguem y el estrafalario El desengañador gauchi-político, federi-montonero, chacuacooriental, choti-protector, puti-republicador de todos los hombres de bien que viven y mueren descuidados en el siglo diez y nueve de nuestra era cristiana, quizás la publicación de nombre más largo de nuestra historia.
A él acudieron los vecinos de Pilar en 1817, para pedirle que intercediera ante las autoridades, además de considerarlo apto por haber colaborado en las obras que alivianaron las inundaciones en el actual barrio de Recoleta. Así, en junio de ese año el cura le pidió a Juan Martín de Pueyrredón que prestara atención al reclamo, aunque en principio no fue atendido.
A la gente de entonces, la mudanza “le parecía un sueño” –según documentos del propio Castañeda- pero “no pensaba en otra cosa que en trasladarse”.
Finalmente, y gracias a su insistencia, en febrero de 1818 se mandaron a fabricar 30 mil ladrillos, destinados a las nuevas construcciones: el traslado del pueblo iba a ser un hecho. Asimismo, se dispuso la construcción de un horno ladrillero para producir material propio.
Como puede verse, el cura Castañeda se encariñó de manera particular con esta pequeña porción de la vasta periferia de Buenos Aires, llegando incluso a navegar el río Luján en compañía de los naturalistas Aimé Bonpland y Eduardo Holmberg. Allí proyectó la construcción de un puente, algo que nunca se concretó a pesar de que le pidió ayuda hasta al dictador paraguayo José Gaspar Francia.
Rebautizados
No obstante, el sacerdote no solo colaboró para trasladar el pueblo, sino que además estuvo a punto de lograr que se cambie su nombre por el de Nueva Buenos Aires, con Pueblo Argentino como segunda opción.
Así fue como en septiembre de 1818 Castañeda justificó el cambio de denominación, invocando la cercanía con la Buenos Aires original y la construcción a mano en su momento de cinco cerros con sus fosos, como protección ante los ataques de los aborígenes.
Pero, en forma inesperada, surgió un competidor: Bahía Blanca también pedía llamarse así, a partir de una supuesta promesa hecha por Bernardino Rivadavia. En la disputa incluso se evaluó mencionar a Pilar y Bahía Blanca como Nueva Buenos Aires Norte y Sur, respectivamente. Como puede verse, la disputa no tuvo vencedores, conservando ambas ciudades su nombre original hasta nuestros días.
El sacerdote estrechó fuertes lazos con Pilar. Tanto, que en 1819 escribió una oda en alabanza a ese nuevo pueblo que se había erigido a cinco leguas de su emplazamiento original. El destino quiso que, un año más tarde, en la zona se firmara el Tratado del Pilar, del que Castañeda fue muy crítico.
El Fray Francisco de Paula Castañeda murió en Paraná en 1832, a los 56 años. Al cura y primer periodista satírico del país se le debe el traslado de Pilar, con los años convertido en un bastión del desarrollo bonaerense. Y con su nombre original…