Cinco Juegos Olímpicos y un oro Panamericano hablan por sí solos. A 10 años de la partida del deportista más importante que ha dado Pilar.
No están muy errados aquellos que lo consideran el deportista más importante que ha dado Pilar. Cinco Juegos Olímpicos y un oro Panamericano hablan por sí solos: Ricardo Rusticucci. El Chelo. El gran tirador. El hombre del rifle. El vecino sencillo que abandonaba su vida de pueblo para competir de igual a igual con los mejores del mundo.
Nacido en el Partido de San Martín en 1946, a los 5 años se mudó con su familia a Pilar, el lugar de donde nunca más se fue, convirtiéndose en un personaje entrañable de la ciudad. Detrás de una trayectoria llena de logros hay una historia de sacrificio, al dedicarse a una actividad amateur por la cual casi nunca recibió apoyo para desarrollarla a tiempo completo, lo que agranda aún más sus méritos y su leyenda.
La pasión por el tiro fue heredada de su padre, quien a principios de la década de 1960 ganó una competencia en el Club Atlético -el Rancho fue el club de toda su vida, siendo socio desde los 6 años- organizada por Carlos el Colorado Beretta. Fascinado, Ricardo hizo sus primeras armas (nunca mejor expresado) en el antiguo Club de Caza, Tiro y Pesca.
Sin embargo, en la institución se produjo una ruptura y uno de los grupos fundó el Pilar Tiro Club: con apenas 18 años, el joven Chelo se impuso en un torneo organizado en una tosquera, convirtiéndose así en el socio número 1 de la entidad.
Recién en 1967 se inauguró el primer polígono, y en 1969 Rusticucci tiró en su primer Campeonato Nacional, comenzando una carrera siempre en ascenso.
Cinco anillos
Las estadísticas indican que Rusticucci participó en cinco Juegos Olímpicos: Munich ‘72, Montreal ‘76, Los Ángeles ‘84, Barcelona ’92 y Atlanta ’96. Debieron ser seis, pero a pesar de haber clasificado a Moscú ’80, no pudo hacerlo debido a que la dictadura se plegó al boicot contra la Unión Soviética.
En cantidad de intervenciones, sólo es superado por el ciclista Juan Curuchet, quien alcanzó las seis en Beijing 2008. El basquetbolista Luis Scola lo alcanzó en Tokio 2021.
Semejante experiencia lo llenó de anécdotas, que no tenía problemas en repetir a quien se las pidiera. Religiosamente, cada cuatro años era convocado por los medios –e incluso por algunos colegios- para desempolvar sus vivencias. Allí volvía a sentir el cosquilleo propio de quien participó en la cita máxima, solo reservada para los buenos de verdad: “Los Juegos son una selección planetaria de los mejores de cada deporte –expresaba a El Diario en 2012-, y vos pasás a ser parte de ese grupo de mejores, sos parte de la elite del mundo. Te rodeás de gente a la que ves siempre por televisión y de golpe sos parte de ese grupo…”.
Uno de los momentos más emblemáticos, pero por la envergadura de la tragedia, ocurrió en Munich ’72, con el secuestro y posterior muerte de un grupo de atletas israelíes en plena Villa Olímpica. “Durante el atentado seguí todo desde la ventana de mi habitación, porque a la delegación israelí la teníamos justo enfrente”, rememoraba.
Su mejor resultado olímpico fue el 18° puesto de Los Ángeles 1984. No obstante, el pilarense corría con desventaja, ya que en los Juegos competía contra deportistas que durante 4 años se entrenaban varias horas por día, sin preocupaciones económicas y con todos los elementos a su disposición. Muy diferente a la realidad de Chelo, quien señalaba con justificada amargura que “cuando volví en el ‘84 y el ‘88 no tenía más trabajo…”.
Oro puro
Su currículum a lo largo de casi cuatro décadas en la elite es muy extenso, destacándose además que representó al país en seis Juegos Panamericanos, consiguiendo 14 medallas. Sin dudas, las más querida es la de oro en Carabina Tres Posiciones, obtenida con récord incluido, en Mar del Plata ‘95. Aún se lo recuerda con una sonrisa de oreja a oreja, volando por el aire en andas de los atletas argentinos mientras tratada de acomodarse ese mechón tan característico…
Al cumplirse 25 años de aquel título Panamericano, el periodista Maximiliano Domenech publicó en El Diario Regional de Pilar, una emotiva reseña de aquella calurosa tarde, donde fue testigo del logro en un Tiro Federal de Buenos Aires extrañamente lleno.
A continuación, el relato:
“Chelo” había sido el primero de la tirada inicial por buen margen frente a varios de los mejores exponentes del mundo y por eso era favorito. Pero faltaba correr mucha agua bajo el puente.
A la hora señalada del comienzo de la final olímpica (son 10 tiros y participan los mejores 8 de la etapa inicial) no cabía un alfiler. Pero pocas eran caras conocidas. ‘Rusti’ en la línea de tiro. Gesto adusto y concentración máxima. Su hijo Diego y Hernán Deluca, puro nervio y ansiedad, detrás de una baranda. Y nadie más.
La final, por la diferencia existente, no parecía que iba a tener mucha emoción. Y arrancó bien para Ricardo, que después del cuarto disparo llevaba 10 puntos de ventaja y luego siguió con su racha de 9 y 10 puntos. Pero el diablo iba a meter la cola.
En el octavo disparo el pilarense metió un 6,5 y el drama se apoderó de la situación. David Johnson tiró un 10 y se puso a menos de 2 puntos. La consagración que ya era un hecho se había tornado en una definición infartante. Para el noveno tiro, Ricardo sacó a relucir toda la experiencia y disipó fantasmas con un necesario 10.3, mientras que Johnson hizo un 9,4. La tormenta parecía haber pasado y con un solo tiro por delante todos se preparaban para el festejo.
Pero en la última ronda, Rusticucci fue el primero en soltar su disparo. Ante la expectativa general, la cámara mostró un inesperado 7,6. Poco, muy poco. Y si Johnson marcaba un 10,6 hacía trizas el sueño. El estadounidense intentó concentrarse al máximo. Olía su chance. Y fue el último en tirar. Fueron segundos eternos que culminaron en gritos y festejos porque Johnson clavó 9,7 y no le alcanzó.
El oro era argentino. Y de un pilarense tozudo, que a los 48 años se dio uno de los grandes gustos de su vida deportiva. Ya tenía varias presencias olímpicas y varias medallas panamericanas pero ese título, con récord panamericano y clasificación a Atlanta 1996 incluidas, fue su gran gesta.
Ganador nada menos que cinco veces en los premios Olimpia, cuatro veces campeón sudamericano, Rusticucci fue un gigante de su disciplina.
A pesar de sus logros siempre fue un vecino más, destacado por su humildad y hombría de bien. Abierto para la charla, dispuesto a contar sus vivencias a quien quisiera escucharlo y habitué de la tribuna de básquet de su querido Atlético.
Exalumno del mítico Instituto Carlos Pellegrini, trabajó en la fábrica SIT y tuvo su propio taller, donde afilaba herramientas de corte. Familiero, siempre cerca de su esposa Mabel, sus hijos y sus nietas. Enemigo declarado del teléfono celular, no aceptaba que alguien interpretara ese rechazo como un signo de antipatía: por el contrario, Chelo fue un bonachón que jamás alardeó por haber estado cinco veces en la máxima cita del deporte mundial.
La muerte lo sorprendió en noviembre de 2014, noticia que causó estupor en los pilarenses. En su honor se le ha impuesto su nombre al microestadio municipal, y es justicia: Ricardo Rusticucci, el hombre del rifle, fue lo más grande del deporte de Pilar.