Un recorrido por los misterios y tesoros del cementerio de Pilar: leyendas, celebridades y hasta el mito de una princesa europea.

Construido hace más de 160 años, el lugar es –por más paradójico que parezca- historia viva, donde se agolpan recuerdos y edificaciones de todas las épocas. Recorrer el cementerio del centro Pilar es cruzarse con los apellidos que protagonizaron la historia del distrito, es observar arquitectura e indagar en la devoción que la gente de antaño sentía por sus predecesores.

En silencio, los cementerios nos hablan del recorrido de un pueblo y el del centro de Pilar no es la excepción. En la actualidad, es un crisol de estilos y recuerdos.

Allí descansan en total unas 50 mil personas o más. El predio tiene 11 hectáreas y ya no hay más capacidad en tierra, salvo que se tenga una parcela. Un incendio desatado a principios de la década del ’70 en el Palacio Municipal destruyó los archivos del camposanto local. Sin embargo, con el tiempo su historia se fue reconstruyendo.

 

Antiguas

En el sector B reposa la que se cree es la tumba más antigua del cementerio de Pilar: la del matrimonio que componían Rosalía Zárate y Don Hilario Espinosa, fallecidos respectivamente en noviembre de 1857 y octubre de 1860. Como otras, fue declarada monumento histórico municipal, compartiendo sector con una tumba de 1871, perteneciente a Juan Biscayart.

El sector D, a su vez, alberga los restos de Josefa Derqui, hija de Santiago, el ex presidente. El sitio es monumento histórico desde 1974.

En la recorrida se hallan diversas bóvedas del siglo XIX, como la de Donato González (1891). Además, entrando al sector F está la sepultura del militar Cayetano Beliera, sargento mayor de caballería, quien combatió en Monte Grande, Malabrigo, Colastiné, Cepeda y Pavón, además de participar de la campaña del desierto. Murió el 10 de enero de 1895 y su esposa descansa junto a él.

 

Arquitectura

Las obras arquitectónicas son impactantes. En el sector más antiguo del cementerio aún hay fragmentos del viejo paredón, cuando el predio era mucho más chico. Antes, al lugar se entraba por Lorenzo López, por la puerta lateral en la que hoy está la escultura de Cristo, obra invaluable del arquitecto Francisco Salamone, quien hizo historia entre 1936 y 1940 por sus monumentos en palacios municipales, mataderos y –claro está- cementerios.

Los techos de las bóvedas albergan ángeles y cruces que han sufrido el paso del tiempo. La tumba de José Luexes –fallecido en 1910- está decorada por una de las obras más hermosas del cementerio: una escultura de mármol tallada en una sola pieza.

No obstante, muchas de las construcciones ya no recibirán ningún tipo de acondicionamiento interno: los familiares han muerto o simplemente dejaron de acercarse, por lo que el estado de abandono es total. Las telarañas se agolpan en las puertas y sobre los féretros. Varias ya no tienen vidrios. Es más: desde afuera se ven objetos que fueron dejados allí hace décadas, como un antiquísimo frasco de vidrio de repelente Fuyí, además de frescos pintados sobre las paredes. Reliquias de otros tiempos.

 

Célebres

Una de las calles fue hecha de ladrillos hace unos 160 años. Divide los sectores F y H, y conduce al osario general. Muy cerca de allí está la sepultura de Luis Lagomarsino, adornada con un busto del ex intendente, fallecido en 1987. En cada aniversario, familiares y amigos de Luiso se reúnen junto al monumento para rendirle homenaje al caudillo.

La austeridad de la bóveda de Pedro Lagrave y su esposa contrasta con la de Tomás Márquez, algo más elegante, pero en estado de abandono. A su vez, esta se encuentra exactamente frente a la bóveda de Tibor Gordon, uno de los lugares más visitados del cementerio local, y también uno de los más cuidados. Los seguidores de Gordon siguen venerándolo y posan sobre la puerta los tres primeros dedos de la mano derecha, tal como lo hacía el sanador radicado en Manzone que murió en julio de 1985.

 

La princesa

Cada camposanto tiene sus historias y leyendas, y el de Pilar no es la excepción: se comenta que en los fondos está enterrada una princesa europea, sepultura que nadie visitó jamás luego de la ceremonia íntima que se realizó el día que se hizo el servicio, hace ya cuatro décadas.

Está ubicada casi junto a una pared, y para saber cuál es hay que ir con alguien que conozca el lugar. Actualmente sólo queda la base de cemento, ya que todo lo demás ha sido despintado. De la supuesta princesa ya no queda un solo dato en pie.

Conocénos

No son leyendas, ni se aplica el rigor del historiador: está compuesto por relatos sobre vecinos, personajes y sucesos que marcaron al distrito a lo largo del tiempo, especialmente en el sigo XX.

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